Convertir la vida en acontecimiento

Convertir la vida en acontecimiento

Nos encontramos, hoy, ante una nueva cultura que cada día está más condicionada por el auge imparable de una tecnología que pretende orientar nuestros deseos, imponiendo sus valores y, al mismo tiempo,  generando novedosas formas de relación mientras va creando pautas de comunicación impensables hasta hace muy poco. Y todo ello a una velocidad vertiginosa que nos impide, con excesiva frecuencia, ser conscientes de nuestra relación con esa misma tecnología, y lo más importante, sobre nuestra relación con las otras personas.

 

En este nuevo contexto, la capacidad reflexiva se arriesga a ser vencida por la exaltación emocional inmediata. Esto podemos observarlo en nuestra vida cotidiana donde impulsos automáticos nos obligan a mirar de manera inmediata nuestro móvil al escuchar el sonido de un nuevo mensaje; observando cómo un grupo de jóvenes, estando juntos, se wasapean en vez de hablar; al pinchar compulsivamente un “me gusta” ante una imagen… qué lejos aquella espera ardiente y contenida de la llegada del cartero. Hoy, esta nueva cultura que nos pide que adoremos a los objetos y que nos identifiquemos con las emociones que ellos mismos nos trasmiten, está creando todo un ritual característico y global que sugiere una nueva forma religiosa donde las personas, en alguna medida, podríamos llegar a ser desterradas y despojadas de nuestro verdadero ser.

 

Sin embargo, las personas somos fruto de la relación personal directa, cultivadas con la cercanía y la palabra; alimentadas con la mirada y el gesto; avivadas con la expresión del pensamiento sosegado y compartido en momentos intensos y sin tiempo, allí donde el eco de los corazones cercanos nos hizo crecer libres y dotados de una vida con sentido. Porque, la persona, solo puede reconocerse ante otra persona; solo así puede descubrir su sentido. Es el encuentro personal quien nos construye y nos posibilita ir descubriendo el sendero que conduce al origen y meta de nuestra existencia: el encuentro con Jesús de Nazaret.

 

Ser persona es todo un acontecimiento; meditado y en espera. Por ello, sin desmerecer las nuevas formas de comunicación, que ineludiblemente serán necesarias para salvar distancias o circunstancias que impiden la presencia directa, deberemos esforzarnos en seguir creando espacios para la comunicación personal directa, porque necesitamos ponerle rostro humano al sufrimiento y a la esperanza; para escuchar aquellas palabras ahogadas y que solo el corazón misericordioso es capaz de hacer aflorar. Debemos volver a Jesús, es decir, como Él, a tocar nuestro dolor y descubrir en Su mirada la fortaleza liberadora para levantarnos y andar hacia una Historia propia de personas que juntas ríen y aman.                                                                                 

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